Thursday, March 23, 2006

Mi propio aleph privado

Piter, el pequeño moreno de once años que se acerca a mirar un agujero entre las dos cortinas de su habitación. Dentro del agujero se observa a si mismo mirando un pequeño agujero en su habitación; se observa desintegrándose y convirtiéndose en barro. Del barro una forma sin forma, una forma de mil formas de la cual se desprende una nueva forma que a su vez se desprende en otras dos formas y así sucesivamente.

Observa la forma sin forma adquirir una forma definida, desconocida pero constante, entonces reconoce un lugar tan extenso como la profundidad de la vista, húmedo, más bien empapado y la forma ahora constante nadando en ese lugar.

De la forma un animal veloz, de tentáculos y patas, de garras y dientes filudos, del animal un reptil, a veces del aire, a veces de la tierra. Entonces una gran bola de fuego, una gran luminiscencia y de repente el descenso de una eterna oscuridad, frío glaciar, muerte en donde abundaba la vida.

Dos pies velludos, uñas largas y sucias, (sucísimas piensa Piter) una mano con cinco dedos, un hueso que servirá de herramienta, una espalda encorvada y una quijada demasiado prominente, al final un simio y del simio una mujer, de la mujer un hombre incompleto.

Entonces observa una casa de paja, una de palo, luego una de barro y estiércol, ladrillos y cemento. Un primer y único piso, dos pisos, luego tres y cuatro, cinco y seis, siete, ocho y ochenta y nueve, hasta rascar el cielo y llamarse Babel. Miles de idiomas, una por cada hombre, entonces la incomprensión, la intolerancia.

Mandamientos divinos y cruces de madera, muertos vivientes y Poncio lavándose las manos. Guerras por amor, por poder, caballos de madera y sirenas cantando. Casas de Dios erigiéndose sobre falsas premisas y mujeres sacrificadas por adorar las oscuridades.

Observa a Juanas hablando con seres supremos y Elizabeths gobernando una Inglaterra decaída. Cacicas incinerando españoles colonizadores y enviándolos de regreso a España. Fiebres y gonorreas, epidemias y plagas. Una pareja con hijos recién nacidos, dos gemelos. La traición de él hacia ella. Un niño convirtiéndose en hombre, una niña convirtiéndose en mujer con el niño entre sus piernas. Un hombre más, una revolución en Francia. Otra en Rusia.

Guerras civiles, guerras mundiales. Oro negro bajo tierra y maquinas gigantescas. Prensa, radio y televisión. Billy “The Kid” y Los hermanos Lumiere, Luis Buñuel y Pablo Picasso. Frida Kahlo y Diego Rivera, Chaplin y Cantinflas.

Piter observa el asesinato de presidentes, las derrocas de muchos mandatarios y posesiones de mandato a la fuerza. Hambrunas y devastaciones. Nitroglicerina y la separación de átomos, la desaparición de un fragmento de la tierra. “Hippies” y “Panteras Negras” Forest Gump y Rigoberta Menchú, Frank Sinatra y Paloma Sambasilio. De paloma a MTV, el Punk, el Glam; Ciudades divididas y la música de Freddy Mercury. Muros cayendo y “Tormentas del desierto”.

Entonces observa a una pareja de Afrocolombianos en la costa pacífica, la música de Petrona y Totó “La Momposína”. Una noche sin velas, sin vino, solo las sabanas y un olor a moho.

Nuevamente observa una forma sin forma y otra vez una forma definida pero desconocida. Un óvulo y un esperma. Nueve meses y adiós cordón umbilical, todo le resulta muy familiar. Un niño completo, cinco dedos en cada mano, dos ojos, una nariz. Sus primeras palabras, sus primeros garabatos. El primer día de clases, las letras y las tablas de multiplicar. Su primera erección por hormonas y Naty.

Un niño que va creciendo, juega y llora, se cae, se levanta y juega otra vez. Fútbol, raspones, amigos y al final se observa a sí mismo, Piter, el pequeño moreno de once años observando un agujero entre las dos cortinas de su habitación.