Friday, May 27, 2005

Refranfraneando (o matando tiempo antes de que el tiempo me mate a mi)

El refrán nos dice que "Ha caballo regalado no se le mira el colmillo" ¿Debo Inferir entonces que todo caballo que se regala tiene un colmillo? en tal caso, si quisiera regalar un caballo ¿Debe tener uno? o ¿simplemente significa que el colmillo no se le ve?

Por otro lado ¿Adonde se lleva la corriente al camarón? Si nos ponemos a ver, todo río desemboca en el mar, y si el camarón fue llevado por la corriente, seguramente terminó en el mar, que es su casa, entonces es bueno para el camarón haberse dormido; quizás estaba perdido, quizás escuchó el refrán, que es en verdad un código camaronesco en caso de emergencias, y de una se fue a dormir junto a un río. Yo personalmente siempre me lo he imaginado durmiendo a orillas de un río cualquiera, bajo la sombra de un árbol.

Desde pequeño, o en mi caso debo decir desde muy niño, mi abuela, mi mamá y demás "cuchos" me han dicho que "Quien madruga, Dios le ayuda" pero, tiempo después me dijeron que "No por madrugar amanece mas temprano" lo cual es cierto (o al menos yo nunca he visto que el sol aparezca cada vez que el maldito insomnio me desvela), entonces, si Dios me ayuda si madrugo ¿En que me va ayudar? es decir, el resto del mundo seguiría durmiendo, de ahí que no podría hacer nada... Odio recordar que dependemos tanto de los demás.

Bueno, estaba desocupado y quería postear algo diferente, no uno más de esos cuentos romanticones, existenciales y depresivos de siempre, sino algo con un poco de humor. Creo que no lo logré... igual aquí está, y es bien sabido que "A lo hecho... PECHO"

Monday, May 23, 2005

La sombra del caminante

Con el reciente apoyo que ha tenido la producción audiovisual colombiana por parte del gobierno, se han generado grandes expectativas alrededor de la misma. Se espera que este año se realicen y salgan a las salas de cine un total de veinticinco películas nacionales, siendo “Perder es cuestión de método” de Sergio Cabrera y “La sombra del caminante” de Ciro Guerra, las dos primeras producciones en ser vistas. Las expectativas han sido muchas y muchos han quedado satisfechos con lo que se denomina actualmente “La nueva mirada del cine colombiano”.

En una entrevista de “El ojo que piensa”, el director Ciro Guerra afirma que La sombra del caminante “se trata de dar una mirada diferente sobre el conflicto colombiano”. Yo me pregunto ¿En qué consistirá el concepto que el tiene de diferente?

La sombra del caminante nos presenta a dos personajes; Mañe, un desempleado con una pata de palo que intenta ganarse la vida vendiendo muñecos realizados en origami y El hombre de la silla, un ser misterioso que se gana la vida como silletero, cargando gente en una silla de madera, con unas extrañas gafas artesanales y una sombrilla que lo protege del sol.

En un principio, vemos lo que parece ser una película que habla sobre el trabajo informal y una relación de amistad que se forma entre un ser discapacitado, con problemas para trasladarse, y un ser muy solitario, que puede necesitar la compañía y al mismo tiempo ayudarlo. Pero en cuanto se desenvuelve la historia, esta realiza un punto de giro que cambia por completo la trama de la película. Ya no es sobre el trabajo informal, mucho menos de una relación de amistad. La película resulta siendo una más de las muchas películas que abordan lo que tanto denominan “Realidad colombiana”.

Con giros forzados y actuaciones sumamente regulares, La sombra del caminante no es una película “diferente”. Quizás la única diferencia es que muestra algo mayor o para algunos, general, a partir de dos individuos, en lugar de ir de lo general a lo particular, lo cual considero acertado (aunque esto ya se ha visto en otras producciones como “Confesión a Laura”). Por lo demás, esta producción no va más allá de mostrar lo terrible, de juzgar la situación a partir de una mirada sesgada, contada a través de la voz de quien claramente no la ha experimentado.

Los pocos diálogos que tiene la película no llevan a ningún lado, a excepción del monologo final de El hombre de la silla, a parte de eso, nada de lo que se dice y se muestra nos habla de los matices de estos individuos. Nada justifica la relación que entre ellos nace, es tan solo algo que parece presentarse para contar algo que en el fondo no depende de dicha relación y los realizadores parecen estar al tanto de ello, razón por la cual, al parecer, decidieron realizar unas conexiones sumamente absurdas entre el pasado de uno y el otro, conexiones que de ningún modo resultan bien logradas, que resultan demasiado forzadas, poco fluidas y ante todo nada creíbles.

Ciro guerra afirma que su película es “una mirada diferente” cuando lo que hace es repetir la formula de los noticieros del mediodía haciendo que el espectador se revuelque en la miseria ajena, más nunca permitiéndole identificarse con sus personajes. No sentimos ningún tipo de familiaridad con Mañe, ni con el hombre de la silla, no parece algo que nos toque, sigue siendo demasiado impersonal y estos dos personajes, parecen ser tan solo una excusa para poder decir nuevamente “Mire la situación en la que estamos” y lo que es peor, venderla como “La realidad colombiana” y aún así, se tiene el atrevimiento de preguntar “¿Por qué tienen una opinión tan mala de nosotros en el extranjero?” olvidándonos que aquello es el resultado de nuestras propias acciones.

No por esto se debe entender que estoy proponiendo contar historias felices con finales rosa y moralejas educativas mientras en el fondo se escucha la melodía de los teletubbies, al contrario, creo firmemente en la importancia que tiene el enfrentar la situación, que el cine de un país, (y el arte en general) tiene la obligación de hacerlo. Lo que no tolero es que lo muestren de una manera tan superficial, que solo muestren el dolor y la miseria por el dolor mismo, por la miseria misma.

Situaciones tan severas como el actual conflicto de nuestro país tienen una raíz, un fondo, tienen una razón de ser que va más allá de los actos homicidas. Aunque cueste creerlo, existe un lado sumamente humano detrás de todo el asunto. Y con humano no me refiero a bueno, eso es tan solo una pequeña porción de ello. Con humano me refiero a arrepentimiento, a sentimiento. Con humano estoy hablando de ideales y de la lucha por cumplirlos a costa de lo que sea y de quien sea. Con ello me refiero a aspectos de cualquier individuo que, pese a ser único a irrepetible, se asemejan mucho a los nuestros. Por mucho que nos asuste, por mucho que queramos negarlo, es necesario recordar que todos tienen sus motivos, que el homicida siente de manera muy similar a como lo hace su victima,

Cuando el cine colombiano logre perfilar a sus personajes con profundidad, cuando sus diálogos nos permitan aclarar una u otra situación, cuando nos inviten a pensar y a reflexionar sobre lo que sucede por que sentimos que lo visto nos estaba sucediendo a nosotros y que al mismo tiempo el gringo, el europeo, el asiático puedan sentirlo también, entonces podremos hablar de una “realidad colombiana”, una que compartamos la mayoría pese a las diferencias de nuestra situación. Podremos mostrarnos con orgullo ante el mundo por que solo entonces el mundo notará que también sufrimos lo que ellos sufren, que sentimos de una manera diferente, pero tan valida coma la suya, que todos somos únicos e irrepetibles, pero también somos humanos.

Y mientras llegue ese momento, si es que va a llegar, solo nos resta esperar. Quien quiera intentar hacer algo diferente bien pueda intentarlo; quien no se interese, bien pueda estarse tranquilo, que mucho hace el que poco estorba y quienes no saben, entonces decídanse rápido, que la duda a todos agobia y nos hace sentir, como dice Ciro Guerra, “esta desazón de no saber para donde vamos”, la misma desazón que tenemos con respecto a nuestro cine, a nuestra cultura, a nuestra extraviada identidad que en situaciones extremas, y parafraseando a El hombre de la silla, nos hace pensar que “Nosotros ya no tenemos perdón”.

Monday, May 09, 2005

En la orilla de la tierra

Cerrar los ojos y en la orilla de la tierra encontrarnos. Sentir tus latidos, tú sentir los míos. Mirar bajo nuestros pies la tierra que hemos dejado atrás. Cansarnos hasta sentir el cansancio de estarlo y al final, cerrar los ojos y en la orilla de la tierra volver a encontrarnos.

Monday, May 02, 2005

Mar adentro

Y confundirnos con Ramón, en un único deseo. Sentir lo que él siente, pensar como él piensa. Estar a su favor y al mismo tiempo en su contra. Encontrarnos en un dualismo que juega con nuestras emociones al escuchar las lágrimas de su hermano y el esfuerzo de su cuñada. Sentirnos iracundos al ver la incapacidad de Ramón, su casi imposible deseo de siempre querer estar muerto. A esto se enfrenta el espectador al ver “Mar adentro”.

Amenabar, dejando a un lado esa visión un tanto siniestra de la muerte, trae su cuarta película y su primer drama. Con un tono dramático, pero sin caer en la cursilería, Amenabar se arriesga a tocar un tópico un tanto delicado, como lo es el de la eutanasia, pero logra salir avante al no optar por ninguna posición.

La película nos retrata la lucha de Ramón Sanpedro por querer morir con dignidad, por que, según él mismo personaje, “vivir es un derecho, no una obligación”. Pero al mismo tiempo nos muestra en un mismo nivel de importancia, las perspectivas posibles de quienes lo acompañan, aquellos que están de acuerdo, y aquellos que sufren y niegan por completo la idea, los que nos recuerdan que no siempre la peor de las muertes, es la muerte propia. Cómo lo dice el padre de Ramón “Peor a que se te muera un hijo, es que tu hijo quiera morir”.

Del mismo modo vemos situaciones políticas y religiosas que atraviesan el filme, que ayudan a generar esta sensación de “Objetividad” que nos brinda el director, quien nos ubica, con claras intenciones, en medio de una dicotomía que nos hace en ocasiones rechazar y en otras aceptar, los diferentes lados de una misma situación.

Pero la película no solo brilla por esta aparente “Neutralidad” tan bien lograda, también resalta por una bellísima actuación de Javier Bardem, que nos demuestra una vez más por que es considerado uno de los mejores actores europeos del momento, al igual que las interpretaciones de Belén Rueda (Julia), Lola Dueñas (Rosa), Mabel Rivera (Manuela), Celso Bugallo (José), Alberto Jiménez (Germán) y Tamar Novas (Javi), que se acercan mucho a ser perfectas.

Están en lo cierto quienes afirman que Alejandro Amenabar hizo una película sin riesgos, en donde optó más por llegar al corazón que a la razón, pero no por eso se debe pensar que sea una mala decisión, o al menos yo no lo pienso así. Simplemente ha querido tocar nuestro lado sensible, cosa que no resulta fácil, cuando es bien sabido que lo fácil es caer en la cursilería, en el cliché, el melodrama de telenovela venezolana que por querer parecerse a lo real, logra es ponerse en ridículo, pero este no es el caso.

En Mar Adentro, el drama es tan creíble como el hecho de que nuestros corazones aún palpitan, incluso nos ayuda a recordar que aún lo hacen. Y cuando dicen que el director no optó por la razón, creo que han sido un poco extremistas, pues es hacia la razón a donde apuntan las simbologías que en la película se encuentran, como lo son la ventana y en especial el mar.

Con un ritmo impecable que “enciende la vida con un relámpago y un trueno”, una banda sonora que nos “reduce en un único deseo”, unos diálogos que nos llevan “hasta el más allá del todo por la sangre y por los huesos” Mar Adentro es una hermosa creación. Quizás no sea perfecta, quizás esté lejos de serlo, pero tiene un gran sentimiento que, pese a lo común que resulta, a todos nos gusta tener la certeza de que seguimos sintiendo.

Mar adentro

Mar adentro, mar adentro,
y en la ingravidez del fondo donde se cumplen los sueños, se juntan dos voluntades para cumplir un deseo.

Un beso enciende la vida con un relámpago y un trueno, y en una metamorfosis mi cuerpo no es ya mi cuerpo; es como penetrar al centro del universo…

El abrazo más pueril,
y el más puro de los besos,
hasta vernos reducidos en un único deseo…

Tu mirada y mi mirada como un eco repitiendo,
sin palabras… más adentro, más adentro,
hasta el más allá del todo por la sangre y por los huesos.


Pero me despierto siempre y siempre quiero estar muerto, para seguir con mi boca enredada en tus cabellos.