Monday, May 02, 2005

Mar adentro

Y confundirnos con Ramón, en un único deseo. Sentir lo que él siente, pensar como él piensa. Estar a su favor y al mismo tiempo en su contra. Encontrarnos en un dualismo que juega con nuestras emociones al escuchar las lágrimas de su hermano y el esfuerzo de su cuñada. Sentirnos iracundos al ver la incapacidad de Ramón, su casi imposible deseo de siempre querer estar muerto. A esto se enfrenta el espectador al ver “Mar adentro”.

Amenabar, dejando a un lado esa visión un tanto siniestra de la muerte, trae su cuarta película y su primer drama. Con un tono dramático, pero sin caer en la cursilería, Amenabar se arriesga a tocar un tópico un tanto delicado, como lo es el de la eutanasia, pero logra salir avante al no optar por ninguna posición.

La película nos retrata la lucha de Ramón Sanpedro por querer morir con dignidad, por que, según él mismo personaje, “vivir es un derecho, no una obligación”. Pero al mismo tiempo nos muestra en un mismo nivel de importancia, las perspectivas posibles de quienes lo acompañan, aquellos que están de acuerdo, y aquellos que sufren y niegan por completo la idea, los que nos recuerdan que no siempre la peor de las muertes, es la muerte propia. Cómo lo dice el padre de Ramón “Peor a que se te muera un hijo, es que tu hijo quiera morir”.

Del mismo modo vemos situaciones políticas y religiosas que atraviesan el filme, que ayudan a generar esta sensación de “Objetividad” que nos brinda el director, quien nos ubica, con claras intenciones, en medio de una dicotomía que nos hace en ocasiones rechazar y en otras aceptar, los diferentes lados de una misma situación.

Pero la película no solo brilla por esta aparente “Neutralidad” tan bien lograda, también resalta por una bellísima actuación de Javier Bardem, que nos demuestra una vez más por que es considerado uno de los mejores actores europeos del momento, al igual que las interpretaciones de Belén Rueda (Julia), Lola Dueñas (Rosa), Mabel Rivera (Manuela), Celso Bugallo (José), Alberto Jiménez (Germán) y Tamar Novas (Javi), que se acercan mucho a ser perfectas.

Están en lo cierto quienes afirman que Alejandro Amenabar hizo una película sin riesgos, en donde optó más por llegar al corazón que a la razón, pero no por eso se debe pensar que sea una mala decisión, o al menos yo no lo pienso así. Simplemente ha querido tocar nuestro lado sensible, cosa que no resulta fácil, cuando es bien sabido que lo fácil es caer en la cursilería, en el cliché, el melodrama de telenovela venezolana que por querer parecerse a lo real, logra es ponerse en ridículo, pero este no es el caso.

En Mar Adentro, el drama es tan creíble como el hecho de que nuestros corazones aún palpitan, incluso nos ayuda a recordar que aún lo hacen. Y cuando dicen que el director no optó por la razón, creo que han sido un poco extremistas, pues es hacia la razón a donde apuntan las simbologías que en la película se encuentran, como lo son la ventana y en especial el mar.

Con un ritmo impecable que “enciende la vida con un relámpago y un trueno”, una banda sonora que nos “reduce en un único deseo”, unos diálogos que nos llevan “hasta el más allá del todo por la sangre y por los huesos” Mar Adentro es una hermosa creación. Quizás no sea perfecta, quizás esté lejos de serlo, pero tiene un gran sentimiento que, pese a lo común que resulta, a todos nos gusta tener la certeza de que seguimos sintiendo.

Mar adentro

Mar adentro, mar adentro,
y en la ingravidez del fondo donde se cumplen los sueños, se juntan dos voluntades para cumplir un deseo.

Un beso enciende la vida con un relámpago y un trueno, y en una metamorfosis mi cuerpo no es ya mi cuerpo; es como penetrar al centro del universo…

El abrazo más pueril,
y el más puro de los besos,
hasta vernos reducidos en un único deseo…

Tu mirada y mi mirada como un eco repitiendo,
sin palabras… más adentro, más adentro,
hasta el más allá del todo por la sangre y por los huesos.


Pero me despierto siempre y siempre quiero estar muerto, para seguir con mi boca enredada en tus cabellos.

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