Tuesday, August 30, 2005

¿Acaso quieres conocernos?

Despierto. Me he quedado dormido en el sofá con la ropa aún puesta. Miro mi reloj de pulsera, es un Casio plateado, de esos cuyas manecillas son de color verde pastel con el minutero en forma de hoja. Son las cinco de la mañana. El sol permanece oculto, pero ya pronto amanecerá.

He vuelto a soñar. He vuelto a encontrarme con ese vací negro. He vuelto a escuchar las mismas voces pronunciando la misma pregunta, una vez tras otra. Ignoro lo que significa, pero da igual, después de tanto tiempo me he acostumbrado a escucharlas en mi cabeza mientras duermo. Recuerdo que antes me asustaban.

No estoy seguro, pero creo que la primera vez que lo soñé fue a los cuatro años de edad,da igual. Recuerdo que aquella vez, la primera, desperté asustado y con los ojos aguados, recuerdo que bajé de la cama y corriendo fui a buscar los brazos de mi madre entre sus cobijas. Ella por supuesto no le dio importancia. Con el tiempo las voces se hicieron más frecuentes, y en ocasiones se intensificaban, pero empecé a darles menor importancia. A los ocho ya me resultaban completamente indiferente, o bueno, la verdad es que no me asustaban, pero me generaban gran curiosidad. Aún lo hacen. Para ese entonces ya era claro que no era un niño normal, era bastante retraído y solitario y permanecía leyendo toda clase de libros. Aún lo soy, y aún lo hago.

Nunca he sentido la necesidad de estar rodeado de personas, me hacen sentir incómodo, fuera de lugar. En ocasiones pienso que no debí ser humano, que estaba destinado a ser algo más allá de esto que soy, algo mejor, más grande. A veces siento que ese es mi destino y que solo depende de mi. Siento que debo dejar el temor de abandonar esta existencia y así ascender, pero es un sentimiento que solo aparece en algunas ocasiones, como ésta.

El sol permanece oculto pero pronto amanecerá. Me urge la necesidad de contemplarlo, seguramente sea la última vez que lo vea. El sueño me invade. Agarro el cristal que, sobre la mesa del al lado, conserva las últimas gotas del coñac que bebí durante la noche. No es mucho, pero resulta suficiente para remojar los labios. Aún posee el sabor a veneno. Observo mi reloj de pulsera, es un Casio plate... ¡ah! Eso ya lo he dicho. Son las cinco y diez de la mañana. Me recuesto en el sofá. Mi cuerpo está agotado, tengo mucho sueño y los ojos me pesan. No hago mayor esfuerzo por mantener los párpados abiertos. Los dejo caer.

-¿Acaso quieres conocernos? ¿Acaso quieres conocernos? ¿Acaso quieres conocernos?

Despierto. Me he quedado dormido en el sofá con la ropa aún puesta. Miro mi reloj de pulsera. Son las cinco y veinte de la mañana. El sol permanece oculto pero ya pronto amanecerá. El negro nocturno ha empezado a palidecer.

He vuelto a soñar. He vuelto a escuchar las mismas voces pronunciando la misma pregunta. Ignoro lo que significa. Recuerdo que antes me asustaban. Creo que la primera vez que lo soñé fue a los cuatro años, desperté asustado, pero ahora, diecinueve años después, no me aterran, me resultan completamente indiferentes, o bueno, la verdad, me generan gran curiosidad.

El sueño me invade. Agarro el cristal vacío que conserva aún el hedor a veneno. Tengo mucho sueño y los ojos me pesan. No hago mayor esfuerzo por mantener los párpados abiertos. Los dejo caer.

-¿Acaso quieres conocernos? ¿Acaso quieres conocernos? ¿Acaso quieres conocernos?

Despierto. Los rayos del sol se asoman casi por completo. Es un lindo día, el azul del cielo se ve más intenso que de costumbre. En verdad es un lindo día.

He vuelto a soñar. He vuelto a encontrarme con ese vacío, como siempre negro. He vuelto a escuchar las mismas voces pronunciando la misma pregunta, una vez tras otra. Pero algo cambió, he respondido que sí y desperté. Ya no me siento solo.

Estoy tranquilo de pie junto a la ventana mientras observo el amanecer. Miro mi reloj de pulsera. Son las cinco y cincuenta y ocho de la mañana. Mi cuerpo yace en el sofá, con la ropa aún puesta.

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